martes, 22 de julio de 2008

Descendencia de Nyx

Como dijimos antes, según Hesíodo, Nyx surgió del Caos. Su descendencia es mucha, y reveladora. En la Teogonía, Hesíodo presenta dos formas de llegar a la vida: por división o por apareamiento. Después de Gea, casi todas las deidades nacidas por división son conceptos negativos (la Muerte, el Dolor, el Sarcasmo, el Engaño, etcétera) y casi todas ellas son engendradas por Nyx. Ahora centrémonos en la descendencia de Nyx.

Antes habíamos visto que, con su hermano Érebo, a Éter y Hemera. Más tarde, por sí misma, la Noche engendró a Momo (‘sarcasmo’), Moros (‘destino’), Tánatos (‘muerte’), Hipnos (‘sueño’), las Hespérides, las Keres y las Moiras, los Oniros (los ‘ensueños’), Némesis (‘venganza’), Apate (‘engaño’), Filotes (‘ternura’), Geras (‘vejez’), Eris (‘discordia’) y Oizís (‘angustia’).

Momo (Μωμος Mômos, ‘burla’, ‘culpa’) era la personificación del sarcasmo, las burlas y la agudeza irónica. Era el dios de los escritores y poetas, un espíritu de inculpación malintencionada y crítica injusta. Hesíodo contaba que Momo era hijo de Nix, la noche. Pocas veces se lo menciona en eventos de la mitología, en algún momento se recuerda que se burló de Hefesto por haber fabricado a los hombres sin puertas en sus pechos a través de las que poder ver sus pensamientos. Incluso se burló de Afrodita, aunque todo lo que pudo hallar fue que era parlanchina y llevaba sandalias chirriantes. Debido a sus constantes críticas, fue exiliado del Monte Olimpo. Se le representaba con una máscara que levantaba para que se le viera la cara, y con un muñeco en la mano, símbolo de la locura.

Moros (Μορος, ‘destino’, ‘disolución’) era la personificación masculina del destino y de la condenación inminente. Hijo de Nix y (según Higinio) de Érebo. Como su madre, Moros era invisible y oscuro. Era uno de los llamados «dioses oscuros» junto con sus hermanos Tánatos, las Keres, Hipnos y los Oniros. Se dice que todos los demás dioses estaban sometidos a Moros, y que era el único poder al que tenía que someterse Zeus, el más poderoso de ellos. Sus leyes estaban escritas en un lugar al que los dioses podían acudir a consultarlas. Sus ministras eran las tres Moiras, personificaciones femeninas del destino. Su nombre latino era Letum.

Tánatos (Θάνατος Thánatos, ‘muerte’) era la personificación de la muerte no violenta. Su toque era suave, como el de su hermano gemelo Hipnos, el sueño. La muerte violenta era el dominio de sus hermanas amantes de la sangre, las Keres, asiduas al campo de batalla. Su equivalente en la mitología romana era Mors.

Era una criatura de una oscuridad escalofriante. Homero y Hesíodo le hacían hijo de Nix, la noche, y gemelo de Hipnos, insinuando que ambos hermanos discutían cada noche quién se llevaría a cada hombre, o que el Sueño anulaba cada noche a los mortales en un intento de imitar a su hermano mayor. Desempeña un papel pequeño en los mitos, pues quedó muy a la sombra de Hades, el señor de los muertos. Algunas versiones hacián a los gemelos hijos de la Noche con Urano.

Tánatos actuaba cumpliendo el destino que las Moiras dictaban para cada mortal. En una ocasión Admeto obtuvo de Apolo la gracia de que las moiras pudieran aceptar que cuando él estuviera a punto de morir, pudiera reemplazarle en su destino cualquier persona que lo aceptara voluntariamente. Cuando esto ocurrió, y tras recibir Admeto la negativa de sus padres, sólo su esposa Alcestis se ofreció a morir por él. Sin embargo Heracles retuvo a Tánatos por la fuerza, intentando persuadirle de que esperase a que a la joven le llegase su hora de forma natural. Tánatos repudiaba estas triquiñuelas de los dioses (especialmente Apolo) que interferían sus funciones, y tras esta pequeña derrota, reclamó el respeto debido y fue incluso capaz de llevarse al mismo Heracles cuando le llegó su turno. Tánatos era representado como un hombre joven con barba llevando una mariposa, una corona o una antorcha invertida en sus manos. A veces tiene dos alas y una espada sujeta a su cinturón.

Hipnos (Ύπνος Hypnos, ‘sueño’) era la personificación del sueño. Su madre era Nix, la noche, que lo tuvo sin intervención masculina, aunque en alguna otra tradición su padre fue Érebo y en otras Urano. Era hermano gemelo de Tánatos. Su equivalente romano era Somnus. Su palacio era una cueva oscura donde el sol nunca brillaba. A su entrada crecían amapolas y otras plantas hipnóticas. Según algunas fuentes, vivía junto con Tánatos en un palacio subterráneo cercano al de Nyx. Según otras, lo hacía en una cueva bajo una isla griega, a través de la cual fluía Lete, el río del olvido.

En una ocasión Hera prometió a Hipnos la mano de una de las gracias, Pasítea, si le ayudaba a dormir a Zeus. El Sueño obedeció, pero Zeus se despertó iracundo y hubiera arrojado a Hipnos del monte Olimpo si no hubiera intervenido su madre Nyx, que demostraba así el poder que ejercía tanto sobre los dioses como sobre los hombres.

Con Pasítea tuvo mil hijos, los Oniros, las cosas que ocurren en sueños (aquí notamos que este relato difiere del que atribuye a Nyx la maternidad de los Oniros). Los tres más importantes aparecían en los sueños de los reyes: Morfeo, Iquelo (o Fobetor) y Fantaso. Según otro mito, Morfeo se ocupaba del contenido animado de los sueños de los seres humanos, mientras que los otros dos Oniros eran responsables de los animales y los objetos inanimados en los sueños. Endimión recibió de Hipnos el poder de dormir con los ojos abiertos, para poder así vigilar constantemente a su amada Selene (la primera representación de la Luna). En el arte, Hipnos era retratado como un hombre joven desnudo y con alas en los hombros o las sienes. También se le muestra en ocasiones con barba, parecido a su hermano Tánatos. A veces es representado como un hombre dormido en una cama de plumas con cortinas negras a su alrededor. Sus atributos incluyen un cuerno de opio inductor de sueño, un tallo de amapola, una rama de la que gotea el rocío del río Lete y una antorcha invertida. Morfeo es su principal ayudante y evita que los ruidos le despierten. En Esparta, la imagen de Hipnos siempre se situaba cerca de la de la muerte.

Las Hespérides (Έσπεριδες, ‘hijas del atardecer’) eran las ninfas que cuidaban un maravilloso jardín en un lejano rincón del occidente, situado según diversas fuentes en las montañas de Arcadia en Grecia, cerca de la cordillera del Atlas en Marruecos, o en una distante isla del borde del océano. Según diferentes fuentes, había tres, cuatro o incluso nueve hespérides, pero normalmente se consideraba que eran tres, como las demás tríadas griegas que después veremos (las Cárites, las Greas, las Gorgonas y las Moiras). Algunos de sus nombres eran Egles, Aretusa, Eritia, Hesperia, Héspere, Hestia y Hesperetusa. Además del cuidado del jardín, se decía que disfrutaban mucho cantando. A veces eran retratadas como las hijas vespertinas de Nyx, y (según las versiones) de Érebo (la Oscuridad), de la misma forma que Eos en el más lejano este, la Cólquida, era la hija del titán solar Hiperión. Según otras fuentes eran hijas de Océano, de Atlas y Hésperis, de Hésperos, de Zeus y Temis o de Forcis y Ceto.

Las Keres (en singular, Ker) eran espíritus femeninos de la muerte. En algunos textos, Ker es la diosa de la muerte violenta. Según Hesíodo, las Keres eran hijas de Nix. Algunos también han dicho que las Keres eran hijas de Érebo y Nix. Eran seres oscuros, con dientes y garras rechinantes, sedientos de sangre humana. Sobrevolaban el campo de batalla buscando hombres moribundos o heridos. Una descripción de las Keres se encuentra en el Escudo de Heracles (248-57):

"Las negras Fatalidades rechinando sus dientes blancos, ojos severos, fieras, sangrientas, aterradoramente se enfrentaron a los hombres agonizantes, pues estaban deseosas de beber su sangre oscura. Tan pronto como agarraban a un hombre que había caído o acababa de ser herido, una de ellas apretaba sus grandes garras en torno a él y su alma bajaba al Hades, al frío Tártaro. Y cuando había satisfecho sus corazones con sangre humana, arrojaban a ése tras ellas y se apresuraban de vuelta a la batalla y el tumulto".
Durante el festival conocido como Antesteria, las Keres eran ahuyentadas. Sus equivalentes romanas eran las Tenebrae (‘sombras’).
Las Moiras son la personificación del destino o Anagké (su equivalente romano son las Parcas). Aunque se las reconoce en ciertos pasajes como hijas de Zeus y Temis, también se las consideraba hijas de Nyx, que las concibió por sí sola. Las Moiras son tres, Cloto, Láquesis y Átropos, "la que hila", "la que asigna el destino" y "la inflexible". Son la personificación del destino, y su misión en el horizonte mitológico griego, es la de asignar el destino a los seres que nacen, deparándoles suertes y desgracias.

Como diosas del destino velan porque el destino de cada cual se cumpla, incluyendo el de los propios dioses. Asisten al nacimiento de cada ser, hilan su destino y predicen su futuro. Se las representaba como tres mujeres de aspecto severo: Cloto, con una rueca; Laquesis, con una pluma o un mundo y Átropos, con una balanza.

En los orígenes del mito estos espíritus estaban relacionados con el nacimiento. Ya que en el momento del nacimiento decidían cuál iba ser la vida del nacido, predestinaban sus actos y el momento de su muerte. Posteriormente el mito evolucionó a la forma que conocemos de las tres hermanas. El destino era determinado mediante un hilo de lana blanca o dorada, para los momentos de felicidad, o de lana negra, para los momentos de dolor. La más joven, Cloto, preside el momento del nacimiento y lleva el ovillo de lana con el que va hilando el destino de los hombres; la segunda en edad, Láquesis, enrolla el hilo en un carrete y dirige el curso de la vida y la anciana Átropos, la propia Parca, coge del carrete el hilo de la vida y lo corta con sus tijeras de oro, sin respetar la edad, la riqueza, el poder, ni ninguna prerrogativa, y así ésta llega inevitablemente a su fin. La representación más comúnmente usada era las tres viejas hilanderas o unas melancólicas doncellas. Son las Parcas de los romanos (Nona, Décima y Morta).

Los Oniros (Ὄνειροι Oneiroi, ‘ensueños’, fantasías del que duerme) eran las mil personificaciones de los sueños. Hesíodo los considera hijos de Nyx sin intervención masculina, si bien ciertos autores consideran a Érebo su padre. Eurípides los consideraba hijos de Gea y los concebía como demonios de alas negras. Ovidio, quien los considera hijos de Hipnos, menciona a tres por sus nombres: Morfeo (el más célebre y considerados por algunos su jefe), Iquelo o Fobetor y Fantaso:

"Mas el padre, del pueblo de sus mil hijos, despierta al artífice y simulador de figuras, a Morfeo: no que él ninguno otro más diestramente reproduce el caminar y el porte y el sonido del hablar. Añade además los vestidos y las más usuales palabras de cada cual. Pero él solos a hombres imita. Mas otro se hace fiera, se hace pájaro, se hace, de largo cuerpo, serpiente: a él Ícelo los altísimos, el mortal vulgo Fobétor le nombra. Hay también de diversa arte un tercero, Fántaso. Él a la tierra, a una roca, a una ola, a un madero y a cuanto vacío está todo de ánima, falazmente se pasa. A los reyes él y a los generales su rostro mostrar de noche suele, otros los pueblos y la plebe recorren. Prescinde de ellos su señor y de todos los hermanos solo a Morfeo, quien lleve a cabo de la Taumántide lo revelado, el Sueño elige, y de nuevo en una blanda languidez relajado depuso la cabeza y en el cobertor profundo la resguarda."
Según Homero vivían en las oscuras playas del extremo occidental del Océano, en una caverna del Érebo. Los dioses les enviaban sueños a los mortales desde una de las dos puertas allí situadas: los sueños auténticos surgían de una puerta hecha de cuerno, mientras que los sueños falsos se abrían paso desde una puerta hecha de marfil.

Morfeo se encargaba de inducir los sueños de quienes dormían y de adoptar una apariencia humana para aparecer en ellos, especialmente la de los seres queridos (de ahí su nombre), permitiendo a los mortales huir por un momento de las maquinaciones de dioses. Era representado con alas que batía rápida y silenciosamente, permitiéndole ir volando velozmente a cualquier rincón de la Tierra. Morfeo desempeña un papel importante en la historia de Ceice y Alcíone. En concreto, aparece en las obras de Homero y Ovidio. Este último cuenta en Las metamorfosis que Morfeo duerme en una cama de ébano en una cueva sutilmente iluminada, rodeado de flores de adormidera (que contienen alcaloides de efectos sedantes y narcóticos). También cuenta que mientras sus hermanos Fobetor y Fantaso eran responsables de los animales y los objetos inanimados de los sueños, Morfeo se centraba en los elementos humanos. Fue fulminado por Zeus por haber revelado secretos a los mortales a través de sus sueños.

Iquelo aparecía en los sueños de los dioses con forma de serpiente, pájaro o cualquier otro animal. De esta guisa solía representar sueños proféticos y, en ocasiones, pesadillas. Los mortales le daban el nombre Fobetor, el que espanta, siendo los dioses los que le llamaban Iquelo. Era uno de los oniros principales, junto a sus hermanos Morfeo y Fantaso, que tenían la particularidad de que eran los únicos que se aparecían a los reyes, dejando los sueños de los demás mortales en manos del resto de los mil oniros. Como los demás oniros, era un daimon o espíritu de oscuras alas que cada noche salía de su cueva en el Érebo como si fuera un murciélago.

Fantaso se encargaba de los sueños en los que aparecían elementos inanimados de la naturaleza, tales como rocas, agua o árboles.

Némesis, también llamada Ramnusia, por su santuario en Ramnus, es la diosa de la justicia retributiva, la venganza y la fortuna. Su equivalente romana, casi en todo, era Envidia. Mientras que Hesíodo la cree hija de Érebo y Nyx, Pausanias afirma que lo era de Océano, mientras que Eurípides afirmaba que su padre era el mismo Zeus. En los Cantos ciprios se habla de la unión de Némesis y Zeus, para dar nacimiento a Helena, lo cual expresa la idea de la cólera celeste. Némesis fue perseguida por el dios del cielo, y para librarse de él tomó formas de monstruos marinos y de diversos animales terrestres. Finalmente se transformó en una oca. Zeus transmutado en cisne logró alcanzarla y fruto de esta unión, la diosa puso un huevo que fue recogido por unos pastores y entregado por ellos a Leda, que lo cuidó. Ésta es una de las versiones del origen de Helena de Troya.

Es una deidad primordial, por lo que no está sometida a los dictámenes de los dioses olímpicos. Castiga sobre todo la desmesura. Sus sanciones tienen usualmente la intención de dejar claro a los hombres que, debido a su condición humana, no pueden ser excesivamente afortunados ni deben trastocar con sus actos, ya sean buenos o malos, el equilibrio universal. Un claro ejemplo lo encontramos en Creso, que al ser demasiado dichoso fue arrastrado por Némesis a una expedición contra Ciro que provocó su ruina.

También medía la felicidad y la desdicha de los mortales, a quienes solía ocasionar crueles pérdidas cuando habían sido favorecidos en demasía por la Fortuna. Con este carácter nos la presentan los primeros escritores griegos, y más tarde fue considerada como las Furias, es decir, como la diosa que castigaba los crímenes. Se la representa con una corona y a veces con un velo que le cubre la cabeza; suele llevar una rama de manzano en una mano y una rueda en la otra.

Hesíodo presenta a Aidos y Némesis indignados del espectáculo de la perversidad humana, huyendo de la Tierra, envueltos en velos blancos; de suerte que, para él, Némesis no es más que una personificación del sentimiento moral, reprobador de toda violencia y de todo exceso.

Apate (en latín Fraus) era una de los daimones, y personificaba el engaño, el dolo o fraude. Fue uno de los espíritus que salieron de la caja de Pandora, pasando después a morar entre los hombres acompañada casi siempre de Dolos, y de los de los pseudologos (las mentiras). Dolos era su hermano, un espíritu que en este caso personificaba el fraude, el engaño, los ardides y las malas artes. Ambos eran hijos de Érebo y de Nyx, o de Nyx por ella mísma, y solían estar acompañados por los pseudologos (las mentiras). Por ello tenían como daimón opuesto a Aleteia, la verdad.

La astuta Apate habitaba en las colinas cercanas a la ciudad de Arnisos, pues tenía predilección por los cretenses, famosos embaucadores. Le gustaba especialmente estar cerca de la tumba falsa de Zeus que había allí. Colgando de su cinturón (también cretense) estaban todos los trucos y artimañas que usaba la humanidad, sus perjurios, artificios y embaucamientos. En una ocasión, deseando la diosa Hera vengarse de su marido por su última infidelidad con Semele, buscó a Apate hasta que, una vez la tuvo delante, le convenció con halagos y mentiras para que le prestase su cinturón. Le dijo que lo usaría para disuadir a su marido de tener más amantes mortales y traerlo de nuevo al lecho conyugal, como también para propiciar con él la vuelta del desterrado Ares al Olimpo. Convenció con estos argumentos a la daimon y, recibiendo de ella su cinturón mágico, lo usó para incitar a Semele para que pidiera a Zeus que se le mostrase en su forma natural. La ingenua mortal así lo hizo, y Zeus, que ya había dado su palabra, se le apareció como una tormenta de rayos que la abrasó al instante. Entristecido por haber dado muerte a su amada, Zeus recogió el hijo que ella todavía albergaba en su vientre y terminó de gestarlo en su muslo. Por eso al que luego sería el dios Dioniso se le llamaba el nacido dos veces.

Dolos fue uno de los aprendices del astuto Prometeo, el titán artífice. Cuando éste pretendía crear a Aleteia (la verdad) para que rigiese el comportamiento de los hombres, una llamada de Zeus le obligó a ausentarse. Dejó a Dolos custodiando la inacabada obra y éste, inflamado de ambición, aprovechó la salida de su maestro para hacer con sus propias manos una figura exacta en apariencia a la que estaba haciendo Prometeo. Sólo le faltaba terminar los pies cuando se quedó sin arcilla, y cuando regresó con ella, se encontró con que el titán ya había vuelto y, divertido por la similitud de las estatuas, había metido las dos en el horno para que terminaran de hacerse, a pesar de que la hecha por Dolos no tenía pies. Una vez terminada la obra les insufló vida, y es por ello que la verdad caminaba grácilmente mientras su gemela, la falsedad, sigue sus huellas tambaleándose y casi sin sostenerse. Por ello se dice que aunque una empresa hecha con mentiras parezca empezar con buen pie, a la larga siempre prevalecerá la verdad.

Filotes era una daimon que personificaba la amistad y el cariño, pudiendo ser también el físico, el sexo. Era hija de la Noche, por ella misma o tenida con Éter. Opuestos a Filotes eran los Neikea, los daimones de las disputas.

Geras personificaba la vejez y era tenido como compañero y preludio inevitable de Tánatos, la muerte. Su equivalente en la mitología romana era Senectus. Se le representaba como un hombre encogido y arrugado, y posteriormente como una triste mujer apoyada en un báculo y con una copa que mira a un pozo donde hay un reloj de arena, alegoría del poco tiempo que le queda de vida. Como muchos de los daimones, era hijo de la Noche, sola o con Érebo. Los autores antiguos resaltaban su inmisericordia, pues sólo los dioses estaban libres de su poder destructor y se decía que sólo Afrodita sabía cómo posponer sus efectos. Un ejemplo de este ensañamiento es la historia de Titono, el amante al que Eos hizo inmortal, pero olvidándose de hacerlo eternamente joven. Con el tiempo Titono se convirtió en una masa decrépita de huesos y piel que suplicaba se le diera muerte. Fue abandonado por su amada y acabó convirtiéndose en una cigarra. Este poder de Geras sobre los mortales influyó en sus relaciones amorosas con dioses, como la de Afrodita, que no se permitió amar a Eneas más de una noche, o Marpesa, que rechazó a Apolo para que no le abandonase cuando llegara a vieja.

Los dioses respetaban a Geras, pues querían recibir sus honores y valoraban la experiencia que aportaba la vejez, por eso le permitían morar en el Olimpo. También se le veía como el que ponía punto final a las tiranías y los hechos injustos que Geras hacía que no fueran eternos. Sin embargo, sus lógicos efectos de debilidad y decadencia eran temidos y aborrecidos por todos.
Algunos autores afirman que cuando Zeus castigó a los hombres enviándoles a Pandora, la primera mujer, quiso extender su maldición y envió con ella a Geras, de tal forma que los hombres, por miedo a llegar a viejos sin la ayuda de sus hijos, no evitaran el contacto con las mujeres y escaparan al castigo.

Eris o Éride (Ἒρις) es la diosa de la discordia, llamándose así en la mitología romana, Discordia. En Los trabajos y los días, Hesíodo distingue dos diosas diferentes llamadas Eris:

"Así que, después de todo, no había un único tipo de Discordia, sino que en toda la tierra había dos. Respecto a una, el hombre podría elogiarla cuando llegase a conocerla, pero la otra es censurable, y son de naturaleza completamente diferente.
Pues una fomenta la guerra y batalla malvadas, siendo cruel: ningún hombre la ama; pero por fuerza, debido a la voluntad de los inmortales dioses, los hombres pagan a la severa Discordia su deuda de honor.Pero la otra es la hermana mayor de la oscura Noche, y el hijo de Crono que se sienta en alto y mora en el éter, extendidas sus raíces en la tierra: y es mucho más amable con los hombres. Incluso logra que los perezosos trabajen duro; pues un hombre se vuelve ansioso por trabajar cuando tiene en cuenta a su vecino, un rico que se apresura por arar y plantar y poner su casa en orden, y el vecino compite con su vecino en apresurarse tras la riqueza. Esta Discordia es sana para los hombres. Y el alfarero se enfada con el alfarero, y el artesano con el artesano, y el mendigo envidia al mendigo, y trovador al trovador".

En la Teogonía Hesíodo habla menos amablemente de Discordia, hija de la Noche, al engendrar otras personificaciones:

"Por su parte la maldita Eris (Discordia) parió al doloroso Ponos (Pena), a Lete (Olvido) y a Limos (Hambre) y al lloroso Algos (Dolor), también a las Hisminas (Disputas), las Macas (Batallas), las Fonos (Matanzas), las Androctasias (Masacres), los Odios (Neikea), las Mentiras (Pseudologos), las Anfilogías (Ambigüedades), a Disnomia (el Desorden) y a Ate (la Ruina y la Insensatez), todos ellos compañeros inseparables, y a Horcos (Juramento), el que más problemas causa a los hombres de la tierra cada vez que alguno perjura voluntariamente".

Oizís era una daimon o espíritu que personificaba la angustia, la miseria y la tristeza. Según Hesíodo, era hija de Nyx por sí misma, mientras que Higinio le atribuye la paternidad de Érebo.



miércoles, 7 de mayo de 2008

En el principio fue el Caos...

Los dioses primordiales de la mitología griega, también llamados Protogonos (en griego antiguo Πρωτογονος Prôtogonos ‘nacido primero’, ‘primordial’) eran las deidades que nacieron en primer lugar, que surgieron en el momento de la creación, y cuyas formas constituyen la estructura básica del universo. El primero de ellos surgió de la nada, y el resto nació de él.

Los antiguos griegos disponían de varias teogonías diferentes (teogonía, ‘origen de los dioses’), y aunque éstas presentaban algunos personajes comunes, es difícil elaborar una única lista de divinidades primordiales para la mitología griega, pues dichas deidades, así como el papel de cada una de ellas, varía de una fuente a otra.

El Caos es el estado primitivo de existencia del que surgieron los primeros dioses. En griego antiguo es Χάος o Χάεος, que significa ‘vacío que ocupa un hueco’, y procede del verbo χαίνω, ‘abrirse de par en par’.

Según Hesíodo, el Caos fue el primer dios elemental antiguo en surgir en la creación del universo. Tras él surgieron rápidamente Gea (la Tierra), Tártaro (el Infierno) y Eros (el Deseo que trae la vida). Aunque así se narra en la Teogonía, es frecuente que algunas fuentes consideran éstas deidades descendientes del Caos.

Continuamos con Gea o Gaya (Γαῖα Gaĩa ‘suelo’ o ‘tierra’) es una diosa griega que personifica la Tierra. Su equivalente romana era Tellus.

La Teogonía cuenta cómo, tras el Caos, surgió Gea, la de anchos pechos, la eterna fundación de los dioses del Olimpo. De su propio ser, «sin dulce unión de amor», trajo a Urano, el cielo estrellado, su igual, para cubrirla a ella y a las colinas, y también a Ponto, la infructuosa profundidad del mar.

Urano (Οὐρανός Ouranos, ‘cielo’, ‘firmamento’) es el dios primordial del cielo. Aunque la Teogonía afirma que surgió de Gea, Cicerón atribuía la maternidad de Urano a los dioses Éter y Hemera, y según otras versiones, era el hijo de la diosa de la noche, Nix. Su equivalente en la mitología romana era Caelus.

Ponto (Πόντος, ‘mar’), segun la teogonía, fue engendrado por Gea por sí misma, sin emparejarse. Para él, Ponto parece poco más que una personificación del mar. Higinio en cambio afirmaba que fue hijo de Gea con Éter, el Aire.

Antes de continuar con la descendencia de Gea, que resulta ser la rama más importante de la mitologia, hacemos un parentesis para hablar de otras divinidades surgidas del Caos, o segun otras versiones, por si mismas.

El Caos (que en griego era femenino) era la madre o la abuela de otras deidades incorpóreas de aire: Nix (la Noche), Érebo (la Oscuridad), Éter (la Luz) y Hemera (el Día). También era una diosa del destino junto con su hija Nix y sus nietas las Moiras.

De esta forma, justo al comienzo de su historia, Hesíodo establece las deidades relacionadas con cada elemento conocido por el hombre, empezando por los elementos primordiales: la Tierra, el Cielo estrellado, el Mar.

La Teogonía presenta dos formas de llegar a la vida: bien por división (Gea, Nix), bien por apareamiento. Después de Gea, casi todas las deidades nacidas por división son conceptos negativos (la Muerte, el Dolor, el Sarcasmo, el Engaño, etcétera) y casi todas ellas son engendradas por Nix.

El Tártaro (Τάρταρος Tártaros) es un lugar de tormento y sufrimiento eternos, algo asi como el Infierno del Cristianismo o el Inframundo de las religiones paganas. Hesíodo afirma que Tártaro era hijo de Éter y Gea, pero la version mas corriente lo presenta como surgido del Caos. Es un pozo húmedo, frío y desgraciado hundido en la tenebrosa oscuridad.

Eros (Ἔρως, ‘amor’) era el dios primordial responsable de la atracción sexual, el amor y el sexo, venerado también como un dios de la fertilidad.

En el pensamiento griego parece haber dos aspectos en la concepción de Eros. En el primero es una deidad primordial que encarna no sólo la fuerza del amor erótico sino también el impulso creativo de la siempre floreciente naturaleza, la Luz primigenia que es responsable de la creación y el orden de todas las cosas en el cosmos. En la Teogonía, Eros surgió tras el Caos primordial junto con Gea y Tártaro (con frecuencia se dice que surgió del Caos). De acuerdo con Aristófanes, Eros brotó de un huevo puesto por la Noche (Nix), quien lo había concebido con la Oscuridad (Érebo). En los misterios eleusinos era adorado como Protogonos (Πρωτόγονος), el ‘primero en nacer’.

Posteriormente aparece la versión alternativa que hacía a Eros hijo de Afrodita. Este Eros era un ayudante de Afrodita, que dirigía la fuerza primordial del amor y la llevaba a los mortales, un papel apropiado para el resultado de la unión entre el Amor (Afrodita) y la Guerra (Ares) o el Fuego (Hefesto).

Nix o Nyx (en griego antiguo Νύξ, ‘noche’) era la diosa primordial de la noche. En los relatos del propio Hesíodo, encontramos dos versiones del origen de Nyx. En su Teogonía, nació del Caos. Su descendencia es mucha, y reveladora. Con su hermano Érebo, la Noche engendró a Éter y Hemera. Más tarde, por sí misma, engendró a Momo, Ponos, Moros, Tánatos, Hipnos, las Hespérides, las Keres y las Moiras, los Oniros, Némesis, Apate, Filotes, Geras, Eris y Oizís.
En su descripción del Tártaro, Hesíodo añade que Hemera, quien ahora es hermana de la Noche en vez de su hija, abandonaba el Tártaro justo cuando Nix entraba en él; cuando Hemera volvía, Nix se marchaba.


Érebo (en griego antiguo Ἔρεϐος Érebos, ‘oscuridad’, ‘negrura’ o ‘sombra’) era un dios primordial, personificación de la oscuridad y la sombra, que llenaba todos los rincones y agujeros del mundo. También se le llamaba Skotos (Σκοτος). Se decía que sus densas nieblas de oscuridad rodeaban los bordes del mundo y llenaban los sombríos lugares subterráneos. Era descendiente de Caos solo, hermano de Nix y padre con ésta de Éter y Hemera, según Hesíodo. La tradición órfica afirmaba que Érebo era hijo de Cronos y Ananké. Autores latinos atribuyeron gran cantidad de descendientes a Érebo y Nix. Moros, Caronte, Eros, Eleos, Ptono, Geras y las Keres se contaban entre ellos. Nyx arrastraba las oscuras nieblas de Érebo por los cielos llevando la noche al mundo, mientras Hemera las esparcía trayendo el día. Nyx bloqueaba la luz del Éter (el aire superior brillante y luminoso) y Hemera despejaba la oscuridad permitiendo que el Éter volviese a iluminar la tierra. De acuerdo a algunas leyendas posteriores, Érebo era parte del Hades, el inframundo, e incluso a veces se usaba como sinónimo. Él era el lugar por donde los muertos tenían que pasar inmediatamente después de fallecer. Después Caronte los porteaba cruzando el río Aqueronte, y entraban al Tártaro, el verdadero inframundo.

Éter o Aether (Αἰθήρ, de αἵθω aíthô, ‘quemar’) era la personificación del ‘cielo superior’, el espacio y el paraíso. Es el aire alto, puro y brillante que respiran los dioses, en contraposición al oscuro aire de la Tierra que respiraban los mortales. Era hijo de sólo Érebo o, según las fuentes, también de Nyx y hermano de Hemera, con la que se unió teniendo de ella según Higino a Gea, a Urano y a Ponto. Según Aristófanes fue también el padre, por sí mismo, de las ninfas de las nubes, las nefelai. El Éter era el alma del mundo y toda la vida emanaba de él. Nyx arrastraba las oscuras nieblas de Érebo por los cielos llevando la noche al mundo ocultando el Éter, mientras Hemera las dispersaba trayendo el día. Otras fuentes afirman que surgió del Caos. La tradición órfica afirmaba que el Éter era hijo de Cronos y Ananké. El aether era conocido también como el muro defensivo de Zeus, la barrera que encerraba a Tártaro fuera del cosmos.

Hemera (Hμέρα, ‘día’) era la personificación femenina del día. También era llamada Amar (Αμαρ, ‘día’). Los romanos le dieron el nombre de Dies. Según la Teogonía de Hesíodo era hija de Érebo (la Oscuridad) y Nyx (la Noche). El poeta Baquílides afirma que sus padres eran Nyx y Cronos, pero Higinio menciona en su prefacio a las Fábulas que surgió del Caos y que Nyx era su hermana. Hemera era la equivalente femenina de su hermano y consorte de Éter (la Luz), pero ninguno de ellos figuraba activamente en la mitología o el culto. Según Higinio, fue madre con Éter de Talasa, la diosa primordial del mar y también de Gea y Urano.
Como diosa del día, Hemera salía del Tártaro justo cuando Nyx entraba en él, y ésta volvía a salir cuando Hemera regresaba.

"allí donde la Noche y la Luz del día se acercan más y se saludan entre ellas pasando alternativamente el gran vestíbulo de bronce. Cuando una va a entrar, ya la otra está yendo hacia la puerta, y nunca el palacio acoge entre sus muros a ambas, sino que siempre una de ellas fuera del palacio da vueltas por la tierra y la otra espera en la morada hasta que llegue el momento de su viaje". Hesíodo, Teogonía 744.


domingo, 4 de mayo de 2008

Presentación


Hola a todos.

Este es mi espacio para relatar, investigar y explicar una de mis mayores aficiones: La Mitología Griega.

Antes de empezar tenemos que poner en claro que los datos que nos llegaron de la mitología griega son muy difusos, existen diferentes versiones y muchas variantes, y, en muchos casos se presentan contradicciones. Los mitos griegos explican los orígenes del mundo y detallan las vidas y aventuras de una amplia variedad de dioses, héroes y otras criaturas mitológicas. Estos relatos fueron originalmente difundidos en una tradición poética oral (de allí sus versiones tan diferentes), si bien actualmente los mitos se conocen principalmente gracias a la literatura griega.
La mitología de los griegos ha cambiado con el tiempo para acomodar la evolución de su propia cultura. En la mitología se distinguen tres grandes períodos:
- Los mitos de origen o edad de los dioses (teogonías, ‘nacimientos de los dioses’): mitos sobre los orígenes del mundo, los dioses y la raza humana.
- La edad en la que hombres y dioses se mezclaban libremente: historias de las primeras interacciones entre dioses, semidioses y mortales.
- La edad de los héroes, donde la actividad divina era más limitada. Las últimas y mayores leyendas heroicas son las de la Guerra de Troya y sus consecuencias (consideradas por algunos investigadores como un cuarto periodo separado).

Los griegos consideraban la mitología una parte de su historia. Usaban los mitos para explicar fenómenos naturales, diferencias culturales, enemistades y amistades tradicionales.

Por otra parte, cabe destacar que la arqueología y la mitografía han revelado que los griegos fueron inspirados por algunas civilizaciones de Asia Menor y Oriente Próximo. Adonis parece ser el equivalente griego —más claramente en los cultos que en los mitos— de un «dios moribundo» de Oriente Próximo. Cibeles tiene sus raíces en la cultura anatolia mientras gran parte de la iconografía de Afrodita surge de las diosas semíticas.

Vemos entonces que, así como influyó en otras culturas (desde la romana hasta las más contemporáneas) convirtiéndose en una influencia importante para los poetas, dramaturgos, músicos y artistas, la mitología griega también se fue formando por influencias de otras culturas.

A partir de aquí trataré de hablar de las pequeñas y grandes historias, y en la medida que pueda ilustraré con obras de arte, dibujos y árboles genealógicos. Empecemos ya...